Una parte esencial del carácter de los vinos es debida a la influencia del clima en cuanto define los regímenes hídrico y térmico que caracterizan una región.
No obstante, la meteorología del año agrícola, que comienza el 1 de septiembre y termina el 31 de agosto, es la que define las características de los vinos de cada añada y los hace diferentes de otras dentro de la misma región.
Llevamos varios años de “anomalías” meteorológicas que están influyendo de forma considerable en el desarrollo de los ciclos vegetativos y reproductor de la vid y que a la postre son decisivos en las características de los vinos.
Dentro de estas “anomalías”, la añada 2023 será recordada por la irregularidad en la distribución de las lluvias ya que, si bien el volumen total se acerca a valores normales, su distribución estacional ha sido bastante irregular.
Tras un otoño de 2022 muy seco y cálido, las lluvias se hicieron esperar hasta diciembre que, aunque abundantes llegaron tarde para la vid, que había entrado en fase de reposo sin poder acumular las reservas necesarias para la brotación.
También el carácter cálido del otoño-invierno, generó un déficit de horas-frio, algo necesario en las especies leñosas para luego tener una buena brotación y floración.
El periodo de enero-abril fue muy cálido y extremadamente seco y adelantó las fases fenológicas de todos los cultivos.
La brotación transcurría durante el mes de abril con los suelos totalmente secos y dejaba a las cepas a expensas de las escasas reservas acumuladas durante el otoño anterior.
Fueron abril y mayo unos meses llenos de incertidumbre ya que la carencia absoluta de reserva hídrica en el suelo y con el verano por delante, se veían comprometidas tanto la cosecha como la supervivencia de las cepas.
La agonía terminaba a primeros de junio cuando las nubes fueron generosas, descargando grandes cantidades de agua que permitieron al suelo recuperar el nivel de humedad para poder completar el ciclo. La supervivencia estaba asegurada, pero llegaba tarde para cubrir las necesidades en floración.
Lo que vino después fue lo habitual. Un verano seco con un final de maduración coincidente con dos importantes olas de calor que adelantaron la maduración, sobre todo en las variedades internacionales.
Septiembre continuó siendo cálido, pero de nuevo vinieron episodios de lluvias abundantes que, si bien apenas tuvieron efectos en cantidad ni calidad, sí que permitieron finalizar el ciclo en unas condiciones hídricas aceptables.
La vendimia comenzó el 10 de septiembre con la variedad Moscatel de Grano Menudo y finalizaba el 9 de octubre con Tempranillo.
De forma general la producción ha sido muy inferior a la anterior, que ya de por sí fue corta. El principal motivo es el pequeño tamaño de uva y racimos como consecuencia de las condiciones en que transcurrieron las primeras fases del ciclo.
El pequeño tamaño de las bayas junto con las olas de calor de agosto fueron determinantes para alcanzar una elevada graduación, a la vez de una elevada concentración de polifenoles.
La maduración transcurrió de forma muy acelerada en variedades internacionales y de forma más pausada en las autóctonas, probablemente debido a su mejor adaptación a las condiciones térmicas e hídricas de la región.
La baja producción y las lluvias de septiembre han favorecido que la planta estuviera activa hasta el final y por tanto la maduración se ha alcanzado sin problema en la mayor parte de los viñedos.
En resumen, tenemos una añada de escasa producción, con vinos de elevada graduación alcohólica, moderada acidez y alto contenido fenólico. Todos ellos factores importantes para convertirlos en vinos aptos para soportar largos periodos de guarda.
Bienvenido Muñoz Pollo
octubre de 2023